Ecualizar sin ecualizador
Los ecualizadores son herramientas muy útiles cuando sabemos qué hacer con ellos. Pero, como cualquier otro procesador, pueden convertirse en elementos de destrucción de una mezcla cuando no sabemos cómo operarlos.
Hoy, la intención no es aprender a utilizar un ecualizador. El propósito de este artículo es buscar una visión más global del proyecto que nos permita lograr aquello que habitualmente buscamos con un ecualizador y que generalmente no podemos conseguir.
Ecualizar sin ecualizador
El principio es sencillo, pero cuesta llevarlo a la práctica, especialmente cuando nos encontramos formando parte de una banda, en la que los egos luchan por un determinado lugar.
Hace ya algunos años, formaba parte de una banda integrada por batería, bajo, guitarra eléctrica y piano acústico. Con el correr de las presentaciones habíamos logrado sonar muy bien, pero recuerdo, durante los inicios, mis ruegos casi de rodillas a nuestro pianista, para que no extienda su interpretación a las octavas más bajas del piano.
Al principio, mi compañero pianista no entendía la naturaleza de mi pedido, y en cada oportunidad que le recordaba que no tocara tantos bajos, su cara mostraba cierto desprecio.
La razón era clara: él estaba acostumbrado a tocar en solitario, y al tratarse de un músico autodidacta con poca comunicación con otros colegas más avanzados buscando ampliar sus conocimientos, era víctima del “síndrome”, muy común entre los ejecutantes de teclados, por el cuál casi únicamente utilizan los meñique y pulgar de la mano izquierda para crear pesadas octavas que den soporte a lo que ejecutan con la mano derecha.
Mientras esa costumbre no trae mayores problemas en una ejecución solista, cuando forma parte de una banda comienzan los inconvenientes de sonido.
El problema en nuestra banda se presentaba porque nuestro sonido no estaba mezclado en una consola y amplificado por el sistema de sonido. En una situación así, la persona encargada de realizar la mezcla podría corregir cualquier descompensación de frecuencia, pero ese no era nuestra situación.
Como sabemos, las frecuencias graves ocupan mucho espacio y llevan una carga de mucha energía, y cuando se presenta un conflicto en esa zona los resultados son bastante desagradables.
No lo había mencionado, pero mi lugar en la banda era la ejecución del bajo.
Tengo una tendencia a crear líneas de bajo utilizando inversiones en aquellos lugares de la canción donde considero que ayudaría a resaltar la armonía. Me encanta tocar terceras en el bajo ya que aportan un papel preponderante al instrumento llevándolo casi al primer plano de la armonía.
Ese tipo de arreglos – tocar inversiones en la línea de bajo – demanda coordinación entre los miembros de la banda, especialmente en mi banda, entre piano y bajo.
Los problemas se presentaban cuando yo decidía tocar una inversión y mi compañero pianista decidía tocar una pesada octava de tónicas en el registro más bajo de su instrumento. Como es de imaginar, cuando esto sucedía, toda la armonía comenzaba a temblar creando conflictos muy marcados.
Era necesario aplicar un ecualizador general, pero como mencioné antes, no disponíamos de una mezcla general de nuestros instrumentos; en consecuencia debíamos aplicar otra solución. Necesitábamos separarnos de cada instrumento en particular para aplicar una visión más general.
Si analizamos el papel de cada instrumento dentro de una banda vemos que el piano es un instrumento destinado a cubrir la parte media del espectro de audio, lugar que comparte con la guitarra. Por lo tanto, el registro bajo debería ser cubierto por el bajo.
Por supuesto, esta concepción tiene flexibilidad, pero su consideración durante los ensayos llevará, con toda seguridad, a obtener mejores resultados.
Si el bajo está a cargo de las bajas frecuencias, el piano no debería inmiscuirse en zona, o al menos, su participación allí tendría que ser mínima. ¿Qué necesidad tiene el piano de tocar notas tan graves cuando el bajo puede hacerlo, incluso con mejor resultado armónico/rítmico al combinarse de buena manera con el bombo de la batería?
De esta manera, se evitan los problemas causados por superposiciones molestas en la parte baja del espectro de audio.
Volviendo a la banda en la que yo participaba; seguimos esa línea de pensamiento y nuestros inconvenientes se solucionaron, dándome la libertad de tocar inversiones o el tipo de línea de bajo que consideraba adecuada para la canción, mientras mi compañero notaba que ahora disponía de mayor cantidad de dedos para mejorar sus acordes con extensiones, por ejemplo.
Un inconveniente similar se presenta en el registro medio, especialmente cuando piano y guitarra ejecutan, principalmente, partes rítmicas. Si cada músico simplemente, quiere tocar lo que se le ocurre sin considerar el contexto, estamos en problemas. Si no se tienen en cuenta ciertas consideraciones, el registro medio puede verse sobrecargado de notas produciendo un sonido molesto y poco claro.
En este caso, tendríamos que hacer un análisis para determinar qué instrumento – piano o guitarra – debería tener mayor preponderancia, de acuerdo al arreglo utilizado en la canción.
Una de las mejores maneras de aprender cómo suena una banda consiste en escuchar canciones de estilo similar al que estamos tocando, grabadas por ingenieros respetables, tratando de descubrir cómo se sostienen y cómo están construidas, y qué hace cada instrumento.
Aunque la imagen que acompaña a este artículo podría sugerir la prohibición en el uso del ecualizador, esa no es la idea. El objetivo es crear una visión global, y hacer notar que muchas veces, la solución no pasa por ecualizar o filtrar, sino simplemente, por arreglar las partes que ejecuta cada instrumento.
Cuando tomamos en consideración el sonido general de la banda antes que el de un instrumento en particular, los resultados mejorarán, sin lugar a dudas.
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